Los subsuelos del inconsciente
Era una chica. Se movía por los estrechos pasadizos del alcantarillado. Su piel era casi transparente y escamosa. Su aliento putrefacto y húmedo como la corriente de aire que recorría aquel subsuelo. En las manos ya no había ningún rastro de suavidad.
Las ratas huían de ella porque temían su mirada brillante, sus ojos resplandecían en la oscuridad. El hilo de agua continua que cubría el suelo mantenía mojados sus pies descalzos todo el día.
Tenía una pequeña guarida. Como si de un armario empotrado se tratase, pero sin puertas. Se reconocía desde lejos por la maraña de cartones que lo cubrían y resguardaban. Estos y un cazo lleno de gusanos eran el único mobiliario que poseía.
Los gusanos eran su alimento diario. Los encontraba en las zonas más lúgubres y acostumbraba a mantenerlos en agua de lluvia pensando que así los desinfectaba. Había probado otros animalejos de aquella fauna subterránea pero ninguno le había satisfecho tanto como los gusanos.
Así debía ser el mundo de aquella chica que encontraron ahogada en la playa un 4 de Septiembre, después de las fuertes lluvias que azotaron a toda la ciudad.
Corrió por los periódicos y telenoticias el misterio de aquel encuentro. El mundo se quedó consternado ante tal suceso, no podían explicarse que por debajo de la sociedad cerrada que tenían montada pudieran existir seres completamente al margen, autosuficientes.Tanto los que mandaban como la gente de a pié se asustaron ante tal posible anarquía, unos por la perdida de poder y otros por el abismo de posibilidades que se les abrían con esa llamada a la libertad; a todos les interesó olvidar el suceso lo más pronto posible.
Las ratas huían de ella porque temían su mirada brillante, sus ojos resplandecían en la oscuridad. El hilo de agua continua que cubría el suelo mantenía mojados sus pies descalzos todo el día.
Tenía una pequeña guarida. Como si de un armario empotrado se tratase, pero sin puertas. Se reconocía desde lejos por la maraña de cartones que lo cubrían y resguardaban. Estos y un cazo lleno de gusanos eran el único mobiliario que poseía.
Los gusanos eran su alimento diario. Los encontraba en las zonas más lúgubres y acostumbraba a mantenerlos en agua de lluvia pensando que así los desinfectaba. Había probado otros animalejos de aquella fauna subterránea pero ninguno le había satisfecho tanto como los gusanos.
Así debía ser el mundo de aquella chica que encontraron ahogada en la playa un 4 de Septiembre, después de las fuertes lluvias que azotaron a toda la ciudad.
Corrió por los periódicos y telenoticias el misterio de aquel encuentro. El mundo se quedó consternado ante tal suceso, no podían explicarse que por debajo de la sociedad cerrada que tenían montada pudieran existir seres completamente al margen, autosuficientes.Tanto los que mandaban como la gente de a pié se asustaron ante tal posible anarquía, unos por la perdida de poder y otros por el abismo de posibilidades que se les abrían con esa llamada a la libertad; a todos les interesó olvidar el suceso lo más pronto posible.